miércoles, 11 de noviembre de 2015

Militancia de vida


(Este texto fue escrito al calor de los acontecimientos de las elecciones primarias en la Argentina, el 9 de agosto de 2015.)

En medio de la jornada electoral, la noticia quedó chiquita, relegada, marginal: en un accidente de tránsito falleció Micaela, una joven militante del Partido Obrero que iba a hacer tareas de fiscalización en la zona sur del Gran Buenos Aires (y en el mismo accidente resultaron heridos otros militantes). En la jornada más importante para la democracia -como nos venden los medios hegemónicos-, los protagonistas son los candidatos, las especulaciones sobre los resultados, las bocas de urna y la mar en coche, pero la muerte de una militante es una anécdota triste sin mayor trascendencia. Sin embargo, la muerte de una militante es una tragedia mayor para la sociedad que no se puede (no se debe) pasar por alto.

Un militante es alguien que pone el cuerpo, una persona que decide transformar en acción su inconformismo con este mundo que nos es dado y que los poderes de turno nos quieren hacer creer que no se puede cambiar. Están los que militan en partidos políticos, en causas ecologistas, en colectivos culturales, en organizaciones sociales, en radios comunitarias... la energía de la militancia es la que mueve al mundo, la que corre permanentemente las fronteras de lo posible, la que nos sacude ante la creencia de que las utopías son inalcanzables. El mundo sin militantes sería un lugar desolador, una maqueta inmóvil de vidas predestinadas a la inercia, un campo fértil sin semillas de futuro.

Por eso, el desafío cotidiano para cada uno de nosotros es echar mano a la pregunta madre: ¿militantes de qué somos? Resulta difícil creer que alguien pueda vivir su vida sin militar por algo. ¿Acaso es posible la vida sin que nos queme por dentro alguna urgencia que nos invite a la acción, a poner el cuerpo para modificar la realidad que nos toca? ¿Se puede pasar por el mundo, por este chiste breve que es la vida en la tierra, con la sola tarea de reproducir la vida y aceptarla como es sin más? Una respuesta posible es "Sí", pero viene acompañada de una verdad irrefutable: nadie extraña a los oficinistas de alma, pero todos lloran la pérdida de los soñadores. Al cabo, militar es aferrarse a un sueño y abrazarlo con la propia vida, y así la militancia se vuelve una forma de transitar la vida en busca de otros horizontes.

Cuando vaya bajando la espuma electoral, cuando la creencia de que la democracia se construye con votos una vez cada dos años pierda terreno ante la realidad que nos muestra la vida en la calle, cuando la rutina nos tire en la cara las hojas viejas del calendario que siguen cayendo mientras sólo nos empeñamos en transcurrir con los años, cuando los medios hegemónicos abandonen a los candidatos, los resultados y las especulaciones para vendernos algún que otro producto innecesario, entonces tendremos que pensar en Micaela y en nosotros mismos para indagarnos sobre la militancia que hemos elegido para caminar en este mundo.

Algunos descubrirán que su militancia es trunca, que el potencial transformador que les quema por dentro apenas alcanza la categoría de indignación y el máximo horizonte posible es una parrafada violenta en una red social. Otros entenderán que su militancia es incompleta porque no se ha hermanado con otros inconformismos, con otros sueños de futuros posibles, y entonces saldrán al mundo a reconocer a los pares que esperan ser encontrados. Otros -quizás los menos, ojalá los más- querrán profundizar su militancia ya convertida en acción ampliando las fronteras de sus luchas interiores, llenando cada rincón de su vida con compromiso transformador, por las futuras generaciones y también por ellos mismos, que no saben vivir sin sueños de cambio.

Entre los muchos venenos que nos convida la muerte, también nos ofrece la posibilidad inmejorable de pensar (y abrazar) la vida. Y entonces, en la soledad silenciosa de nuestra conciencia, aparece la pregunta madre: ¿militantes de qué somos? Porque la vida merece muchas cosas, pero ninguna tan importante como ser militada con alegría. Es la enseñanza de Micaela y de todos los militantes que caminan el mundo para transformarlo.


Mariano E. Pagnucco
(@ezepagnucco)